Los primeros cristianos en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de “Auxiliadora”, que en griego es “Boetéia” y significa “La que trae auxilios venidos del cielo”.
En el año 1572, el Papa San Pío V, después de la victoria del ejército cristiano sobre los turcos musulmanes en la batalla de Lepanto, ordenó celebrar el 7 de octubre la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se invocara a “María Auxilio de los cristianos”.
La historia del establecimiento de la fiesta de María Auxiliadora se remonta a los años que siguieron a la Revolución Francesa, la cual había propinado un duro golpe a la Iglesia.
El nombre de “Auxiliadora” le fue dado a la Virgen María en Ucrania desde el año 1030 por haber liberado a aquella región de la invasión de tribus paganas. Desde entonces en ese país la Iglesia Ortodoxa celebra la fiesta de María Auxiliadora cada 1 de octubre.
San Juan Bosco fue un gran propagador del amor a esta advocación mariana porque la misma Virgen María se le apareció en 1860 para señalarle el lugar en Turín (Italia) donde debía ser construido un templo en su honor. Asimismo, pidió ser honrada bajo el título de “Auxiliadora”.
El Papa San Juan XXIII cultivó una especial devoción a la Auxiliadora, San Juan Pablo II solía acudir a la iglesia de San Estanislao de Kostka de los Salesianos, en Cracovia, entre los años 1938 y 1944, y a menudo oraba en la capilla de María Auxiliadora. El Papa Francisco, durante su visita apostólica a Turín en 2015 por los 200 años del nacimiento del fundador de los salesianos, San Juan Bosco, contó que durante su infancia fue educado en un colegio salesiano y aprendió a amar a María Auxiliadora.